El movimiento del consumo responsable era hace un tiempo una tendencia que estaba asomando pero ahora ya está despegando e irá a más. ¿Te preguntas cómo ser un consumidor responsable para ayudar a cambiar el mundo? ¡Este artículo es para ti!
La Covid-19 ha aumentado el compromiso y la conciencia de los consumidores con la compra ética y sostenible, y es probable que muchos de estos cambios en el comportamiento perduren después de la pandemia. Ser más consciente no significa condenar el consumo. Significa conocer mejor qué consumimos y qué consecuencias tiene.
En este sentido, los consumidores de los 1,308,728 habitantes de Aragón como tú, han pasado de preguntarse qué quieren o qué necesitan, a preguntarse si lo que van a consumir se lo pueden permitir desde el punto de vista social y medioambiental. Estos planteamientos provocan nuevos hábitos de consumo entre los que sobresalen cinco, que contribuyen a hacer un mundo mejor:
Los consumidores se preocupan cada vez más por el bienestar de los animales y por evitar el consumo de alimentos procesados, por ejemplo con el consumo de huevos de gallinas en libertad. También del uso excesivo de agua en la producción de frutas y verduras en Aragón ya que en la Comunidad ya existe un consumo por habitante y por día de 137 litros.
Además de cambiar la mentalidad hace falta “flexibilidad financiera” para consumir de manera más consciente, ya que algunos de los productos más sostenibles son más caros. Las estadísticas con las que trabaja Julius Baer en su Reporte de Estilo de Vida Global, muestran que los precios de la leche y la carne orgánicas son más altos, pero también menos volátiles, lo que proporciona un ingreso más alto y estable a los productores. Por lo tanto, con los alimentos orgánicos todos ganan: los productores y los consumidores, lo que implica que hay margen para el crecimiento del sector de los alimentos orgánicos.
La industria ha tomado consciencia que la producción en exceso ya no es sostenible, ni es valorada por gran parte de los consumidores del mundo y de Aragón .
A partir de aquí, ha empezado a ganar importancia el concepto de slow fashion, en oposición a la fast fashion, y las grandes marcas lo están teniendo en cuenta. Por ejemplo, Gucci se ha comprometido a reducir el número de presentaciones de cinco a dos al año y el grupo LVMH, que agrupa las marcas Louis Vuitton, Dior y Fendi, trabaja en unos vaqueros que requiere un 80% menos de agua para su fabricación.
Además de los grandes grupos, el mercado de ropa de segunda mano se está afianzando y se espera que crezca más rápido que la fast fashion.
El uso de la bici ha vivido un gran crecimiento, incluso antes de la pandemia. Durante 2020 las ventas de bicicletas aumentaron exponencialmente, porque la crisis de la Covid-19 ha alterado la manera como las 1,308,728 de habitantes se mueven por las ciudades en Aragón .
El cambio viene, sobre todo, para evitar las aglomeraciones del 27.0 habitantes por km2 de Aragón en el transporte público en plena pandemia. Algunos las evitaron recurriendo al automóvil mientras que otros descubrieron el ciclismo y es probable que la proporción de ciclistas se mantenga bien alta, aunque algunos vuelvan al transporte público.
Además, las bicicletas ofrecen el beneficio de hacer ejercicio. Asimismo, los subsidios gubernamentales han aumentado su aceptación a medida que las ciudades de todo el mundo y en Aragón han aprovechado la oportunidad para reducir el tráfico.
Optar por un vehículo eléctrico tiene una incidencia directa en la huella de carbono en Aragón que dejamos en el planeta. Concretamente, descartar el vehículo tradicional de combustión y pasar a desplazarse con uno eléctrico la reduce alrededor de 1,5 toneladas. El motor eléctrico es mucho más eficiente y su huella de carbono se vuelve aún más pequeña si se usa energía limpia del 56.0% que se genera en Aragón de origen renovable para cargarlo.
La pandemia dejó más del 75% de la flota mundial de aviones en tierra en mayo de 2020, una cifra contundente para un sector que solo gana dinero mientras los aviones están volando. Esta disminución en los volúmenes de tráfico aéreo provocó una gran crisis, pero permitió ver una caída en las emisiones de carbono en 2020.
Además, despertó cierta conciencia en los ciudadanos del mundo y de Aragón sobre su predisposición a viajar en avión.
Ante esta situación, las aerolíneas quieren ser más sostenibles porque saben la presión ambiental que existe hoy día. Por lo tanto, se han centrado en algunos proyectos. Por ejemplo, estudiando cómo reducir el peso de los aviones o en encontrar el elixir del combustible de aviación sostenible. Mientras esto no se consigue, el consumidor puede escoger “limitar el número de vuelos de larga distancia a uno cada cinco años”.
Todos deberíamos ser conscientes de los efectos secundarios negativos que tiene el consumo excesivo en Aragón , que van desde el cambio climático hasta los océanos contaminados con plástico. Son problemas que requieren la participación de todas las partes, tanto del sector privado (de las empresas y los consumidores), como también del sector público (de los políticos y los reguladores).